Por Martín Faciano

Cuando en Noviembre de 2015, Bernardo García Hamilton prestó juramento asumiendo como Secretario de Relaciones Institucionales de la provincia, en los pasillos de Casa de Gobierno se interpretaba su designación como un gesto provocador por parte del Gobernador Juan Manzur para con su antecesor. Es que entre el Senador Nacional José Alperovich y el ex Secretario de RRII, existía una enemistad lo suficientemente importante como para alimentar las especulaciones que se construyeron en torno a como sería al nuevo esquema de poder político con la llegada de la dupla Manzur – Jaldo al gobierno.

Meses después, la fantasía de un justicialismo antialperovichista en el poder provincial, se hizo algo un poco más concreto a partir del vínculo que se empezaría a construir entre el binomio gubernamental y la cúpula de la Asociación Bancaria, encabezada por su referente Carlos Cisneros. La alianza táctica entre el gremio bancario y el gobierno,  se materializaría en primera instancia con el acercamiento parlamentario del legislador Eduardo Bourlé al Vicegobernador Osvaldo Jaldo, empezando a escribir así la defunción del Acuerdo para el Bicentenario, marcando además los primeros puntos de ruptura en relación con el alperovichato.

El  vínculo entre La Bancaria y el gobierno postalperovichista se hizo tan estrecho, que se llegó a señalar al  sindicato bancario, como  el primer impulsor de la reelección de la actual fórmula gubernamental, a través de una afichada  anónima con la cual. el pasado 23 de Octubre de 2017, un día después de la elección legislativas nacionales, se empapeló la ciudad con carteles  que postulaban la fórmula Manzur – Jaldo 2019. 

La disminución de los casi 60.000 votos menos que había cosechado  el Frente Justicialista por Tucumán en relación a las PASO de Agosto, hizo que en el oficialismo provincial además de perderse una banca en Diputados, se empezaran a conformar los bandos diferenciados entre los leales que militan por la reelección (con la imagen de Jaldo como estandarte) y los traidores que trabajan en el Operativo retorno del ex mandamás.

Pero cuando la semana pasada el Gobernador  Manzur le pidió la renuncia a Bernardo García Hamilton, luego de que el ex Secretario de RRII calificara públicamente al exgobernador como «el Perro Familiar del Siglo XXI«, se puso en dudas (al menos por un momento) el proyecto reeleccionista que el Gobernador y su vice, venían formalizando discrecional y paulatinamente, desde aquella reunión con los Delegados Comunales.

El mensaje disciplinador de Manzur, sacrificando a un soldado propio por agraviar a su antecesor,  pero manteniendo y ratificando en el cargo al Secretario de Trabajo Roberto Palina, quien días atrás manifestaba sus intenciones de que Alperovich volviera a integrar la fórmula gubernamental, se terminaría de clarificar al día siguiente de la salida de BGH,  con un inesperado movimiento de piezas en la Caja Popular de Ahorros: el desplazamiento de Eduardo Jairala de la Intervención.

La salida de Jairala, le devolvería  la tranquilidad a las huestes del oficialismo que  venían pintando toda la provincia con la leyenda Manzur – Jaldo. Si bien, el funcionario abandonaría el cargo por «cuestiones de salud», su alejamiento definitivo y la designación de  José Díaz como sucesor interventor en la CPA (firmada por el mismo Gobernador), terminaría por consagrar el ascenso de la Asociación Bancaria a la conducción institucional de la entidad crediticia.

Quienes permanecen por fuera del entorno del mandatario, aseguran que la concesión al gremio bancario resultó un  improvisado golpe de timón para, en el marco de la interna irresuelta, no inclinar  la balanza  en favor del ex mandatario.

Por otro lado, algunos intérpretes de Casa de Gobierno prefieren hablar de planificación en lugar de improvisación, a la vez que relativizan el pedido de renuncia a BGH, quien pese a dejar el cargo de Secretario de Relaciones Institucionales, continuaría dentro de la  estructura gubernamental prestando servicios en calidad de asesor.

En lo concreto, la Asociación Bancaria ha logrado obtener un nuevo trofeo de guerra, quizás el que más anheló durante su largo enfrentamiento con el exgobernador, quien hoy con desconfianza relojea desde afuera a un Manzur que en las últimas semanas se ha demostrado  tan capaz de ofrendarle la cabeza de un funcionario de su riñón al perro familiar moderno, como de entregarle la conducción de la Caja Popular al principal enemigo  político de su antecesor.

 

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