La larga transición que se ha generado como producto del adelantamiento de los comicios provinciales, ha posibilidato que el todavía actual vicegobernador y reciente gobernador electo Osvaldo Jaldo, pueda comenzar a ejercer la conducción del peronismo tucumano, mucho antes de que se formalice el traspaso del mando correspondiente, previsto para fines de octubre.

Quizás si las últimas propias aventuras electorales que eligió Juan Manzur no hubiesen tenido tan pocas páginas, el vicegobernador y vicepresidente del PJ tucumano no estaría hoy en esta situación atípica en la cual puede darse el lujo ejercer la conducción institucional y partidaria, sin ser formalmente «El uno».

Así, hoy, Jaldo gana tiempo caminando la cancha en los últimos minutos adicionados de este partido que el descendido Manzur juega solo para completar la fecha, mostrándose totalmente desmotivado, desdibujado y siendo a la vez testigo y víctima de su vaciamiento de poder y de la evidente crisis del verticalismo partidario que resulta en el Partido Justicialista local mientras el marinero de Trancas, después de años de navegar el interior, transiciona para ser definitivamente el capitán de Tucumán.

Seguramente, además, en esta vertiginosa reconfiguración del poder, hay una variable cuantitativa que incidió: el resultado arrollador en la elección provincial. Esos 600 mil votos, que Jaldo cosechó (en el entremedio de las dos candidaturas frustradas de Manzur a vice) ha cambiado también la forma en que los popes de la Casa Rosada lo miran al vicegobernador tucumano que enfrentó a su compañero de fórmula en 2021.

«Recién ahora los porteños se dan cuenta que Osvaldo tiene ojos claros. Antes pensaban que usaba pupilentes», dice en tono de broma un veterano dirigente que analiza las implicancias del triunfo del oficialismo provincial en el tablero nacional.

Es que el crecimiento exponencial del mandatario jujeño y precandidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio, Gerardo Morales, en consonancio con el operativo de los gobernadores de la región para pedir unidad y bajar a Manzur de la fórmula (entre otros factores) han conjugado un escenario en el cual Jaldo se convierte en una pieza clave para reordenar la región NOA y el Norte Grande. Y esto es así no solo por el hecho de constituirse como el ejemplo de lo que es y representa conseguir un triunfo electoral contundente (en el que que además se recuperó para el PJ la intendencia capitalina venciendo a Juntos por el Cambio), sino también por la relación que Jaldo supo construir ccon los vicegobernadores de las provincias del NOA durante su rol como Presidente del Parlanoa, y por su rodaje y sus posicionamientos firmes en el marco de su participación en las reuniones de la Liga de Gobernadores, en las cuales participó durante la gestión de Manzur por la jefatura de gabinete.

Con Manzur replegado en su círculo más íntimo y fuera del centro de la escena, Jaldo avanza en la puesta a punto de la maquinaria electoral, reúne a los dirigentes de las distintas secciones electorales buscando neutralizar las rispideces y prepara un acto masivo para ofrendarle una postal litúrgica al precandidato a Presidente de la Nación de Unión por la Patria, Sergio Massa, y de paso avisarle al resto de los mandatarios y autoridades de Casa Rosada y el PJ Nacional, que en Tucumán «el sillón de Rivadavia», ya tiene un nuevo propietario, por lo menos, durante los próximos 4 años.

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