Avanzado el siglo XXI podemos empezar a cimentar algunas ideas en nuestros imaginarios sobre lo que entendemos por “manifestación”. Este derecho que tenemos los ciudadanos a marchar y a congregarnos pacíficamente en nombre de diversas causas.

La manifestación se vuelve apéndice de la materialidad de alguna conquista política en pugna. Es la política misma en pugna, pero es una parte más de la política; no es el todo. Ahora, me pregunto ¿que es el todo de la política?

La información nos llega de cientos de canales distintos. Hablamos con vecinos, familiares, amigos. Leemos diarios y miramos televisión. Somos seres activos o pasivos en las redes sociales. Nos interesa ver la vida del otro, de la otra, de los otros. Todo eso confluye en una idea: nos hacen llegar opiniones o ideas en un bombardeo que no siempre lo evaluamos con la responsabilidad que se merece.

La información no es la verdad. Eso cuesta asimilar. Nos cuesta.
En la vida no todo es compartir información. Los humanos somos muchos más complejos que eso. Se nos mezclan muchas cosas, como la razón, emociones, tradiciones, valores. Somos individualistas, todos diferentes pero con mucho en común.

La huelga y la marcha suelen ir a la par de las manifestaciones. Las manifestaciones en los espacios públicos tienden a autonomizarse, sintetizando las demandas en no más de un párrafo. Últimamente vengo pensando mucho en las manifestaciones no dadas, no materializadas en esas grandes “columnas” en las calles y plazas que todos pensamos, o no.

Hay un gran debate sobre la postpandemia. Nadie sabe a ciencia cierta lo que va a pasar. Hay más que un indicador económico que nos predice de muchas maneras que los números gruesos y finos no son para nada alentadores. En el medio de todo se encuentra la política y los políticos. La sociedad civil es una especie que empieza a perder su “fe”. Los humanos somos animales de fe. En mayor o en menor medida necesitamos creer en algo, sea del plano material o no. Cuando no se cree o esa creencia falla, se decepciona. En algunos casos también se angustia.

En los días también uno va recibiendo muchas recomendaciones. Donde comprar las mejores cosas, un electricista o hasta a que medico ir para una consulta. Uno trata de estar atento para ver si sigue o no esa recomendación. Si la recomendación y la conversación es de gustos personales, sentimientos o ideas, las opiniones y las experiencias son centrales. En cambio, si hablamos de la realidad del mundo y se pone algo en juego, como la seguridad de las personas y de nuestras vidas, uno se esfuerza en detectar si la información que me están transmitiendo o la que yo mismo estoy transmitiendo está sostenido por evidencias confiables o no. Cuesta, pero hay que estar atento.

Propongo por un momento para pensar estas cosas de las manifestaciones y de la actividad política en sí, lo que era Tucumán en las últimas semanas de febrero y las primeras dos semanas de marzo. Nuestro Gobernador, Juan Manzur, medía la temperatura. No quería fiebre, para ver si la temperatura del Tucumán cálido le permite reformar una constitución provincial para permitirle un mandato más después de 2023.
Luego vino la pandemia. Según encuestadoras nacionales y provinciales, las imágenes positivas de los mandatarios de los poderes ejecutivos tuvieron una fuerte alza. Manzur pudo capitalizar todo lo que el Presidente Alberto Fernández pudo acercar y/o prometer.

$6.000 millones contrajo la provincia en forma de préstamo al Gobierno Nacional. La “Ley Micaela” empezó a implementarse, luego de los dimes y diretes y las dilataciones para su correspondiente tratamiento y aprobación.

El crimen de Luis Espinoza ya tiene 10 detenidos. Un caso de gatillo fácil, cuyo cuerpo quisieron ocultar arrojándolo por un barranco. Espinoza nos interpela a pensar y a discutir hasta cuándo Tucumán va a dejar de ser lugar de locación elegido para la desidia y el abuso de poder.

El Poder Ejecutivo desplazó a todos los jefes policiales del sur, el Poder Judicial detuvo a los policías involucrados y el Poder Legislativo citó a la cúpula del Ministerio de Seguridad para que diera explicaciones sobre lo ocurrido. Las manifestaciones de pedido de justicia sobre el caso no pudieron ser multitudinarias. Los reclamos se hicieron sentir en las redes sociales pero no cobraron fuerza de convocatoria en el principal paseo público de nuestra provincia; la plaza Independencia, que se encuentra cercada actualmente.

Las manifestaciones argentinas cobraron vida no solo en el plano de los hechos, si no también de las políticas públicas. El feminismo o los feminismos, son muestra fidedigna de eso. La cooptación de las calles por la “ola verde” en un debate que partió en dos a nuestro país y es también una clara muestra de que las manifestaciones pueden mover el tablero político, exhortando a los mandatarios y a los parlamentarios que muestren sus posiciones al respecto.

Los femicidios en cuarentena no cesaron. Según un informe, que abarca el período del 20 de marzo al 28 de mayo, muestra que 77 hijos quedaron sin madre como consecuencia de la violencia de género llevada a su máxima expresión. Por otra parte, el 71% de las mujeres fueron asesinadas en sus viviendas y el 65% de los femicidas eran parejas o exparejas. La provincia de Buenos Aires encabeza la lista con 27 femicidios, seguida muy de lejos por Santa Fe y Tucumán con 6 cada una; y Misiones con 4. Son datos del Observatorio de Femicidios en Argentina «Adriana Marisel Zambrano», que depende de La Casa del Encuentro, y publicados en ambito.com.

Con estos datos y con los que se empezaron a vislumbrar los últimos años, las preguntas y los disparadores que surgen en este contexto de emergencia y de violencia hacia las mujeres, no encuentran manifestación en los espacios públicos, ni aún para hacer eco de los 5 años de “Ni Una Menos”. Las manifestaciones virtuales en las redes sociales, sigue siendo la única herramienta que intenta visibilizar la violencia en todos sus aspectos y formas.
La política en eso, todavía busca diversas vías de canalización y solución.

Si seguimos las ambivalencias de los diversos significados y connotaciones de lo que entendemos por “manifestaciones”, podemos encontrar que también lo son los actos, las muestras, la acción misma o un gesto. La política está llena de gestos y actos. Son muestras, son fotos, son reuniones, distanciamientos y acercamientos. La política tiene el show de la publicidad y el marketing. Tiene el asado o el café. Pero también tiene el teléfono, las llamadas y los mensajes.

La dirigencia tucumana, hace más de 70 días viene dando muestra ilustre de muchas manifestaciones. Las internas que no son internas en el peronismo tucumano, dan lugar a muchas especulaciones. La Honorable Legislatura de Tucumán, encabezada por el Vicegobernador y actual Presidente del recinto, Osvaldo Jaldo, fue pionera; pero “haciendo una de más” con el escándalo que se desató luego de que los legisladores utilizaron “máscaras solidarias” que estaban destinadas al personal médico, y que habían sido donación de la organización creadora de los artículos, “Cuarentena Solidaria”.

Luego de esas semanas las tensiones con el primer mandatario provincial se fueron tensando y hasta intensificando. Tomando pausas o breaks, con algunas fotos de salidas en conjunto, junto a intendentes o ministros.
En el medio (o no) quizás está el Intendente capitalino, Germán Alfaro, como pieza clave y artífice, pero muy silenciosa en una interna que todavía no parece haber terminado. No hubo manifestaciones “claras” todavía de estos movimientos.

Aceptamos que hay una “realidad”, también que hay un afuera, un mundo real. Pero también sabemos que no podemos confiar y medir todo desde nuestras experiencias personales. Hay cosas que elegimos manifestarlas, otras no. Así como la política también, que intenta muchas veces desenvolverse en su propia agenda. Fallando o no.

Para ir finalizando, quiero evocar el ensayo de Francis Fukuyama “¿El fin de la historia?” un texto de 1989, muy discutido en la academia y en el campo de las ciencias sociales. Con la caída del muro de Berlín el autor quería expresar que el mundo había llegado al término de la evolución ideológica y que triunfó el liberalismo occidental. Eso no sucedió en absoluto. Al contrario, vivimos en constantes ciclos contestatarios a la globalización neoliberal.
Tucumán, como parte de una nación y de una región, sumergida en una crisis histórica, va a ser cuna de diversas manifestaciones, todas absolutamente atravesadas por la política. Valga la redundancia.

La pandemia parece traer conflictos renovados, pero por sobre todo conflictos que no están siendo canalizados, comunicados, apropiados y materializados en ningún espacio compartido. Tan solo en el mundo virtual. Mundo que la política, o los políticos mejor dicho, están empezando a habitar.
En esta contingencia de crisis y demandas constantes, de proyectos para apagar llamas que empiezan a prenderse, reinventar las políticas parece ser clave.
Los nuevos “ánimos contestatarios” todavía no se terminaron de despertar. Las nuevas “manifestaciones” no se lograron concretar ¿Podrá la política encausarlas en posibles vías de contestación y/o solución?

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