Por Martín Faciano

La oposición política en Tucumán, tal como la conocíamos, viene experimentando un fuerte desvanecimiento. Lógico es este proceso de reacomodamientos después de una derrota electoral como la sufrida por el ex frente cambiemita, que en 2019  sufrió  los 600 mil votos que recolectó  Osvaldo Jaldo y la recuperación de la Capital para el peronismo con Rossana Chahla como candidata.

La oposición “fuerte” en Tucumán se había institucionalizado en el año 2015 cuando Germán Alfaro, Roberto Sánchez, Mariano Campero y Sebastián Salazar, llegaron a las intendencias de San Miguel de Tucumán, Concepción, Yerba Buena y Bella vista respectivamente. En 2019 todos ellos  lograron ser reelectos y prorrogar sus mandatos, y en 2023 apostaron por elegir sus sucesores. Alfaro y Salazar pretendieron hacer un sucesorio familiar y en la declaratoria de herederos beneficiaron a sus esposas. El bellavistense se convirtió en intendente consorte con  el triunfo de Paula Quiles pero el capitalino perdió  por partida doble: aventurándose  como compañero de fórmula en la efímera aventura gubernamental de Roberto Sánchez y con la derrota que sufrió su esposa, la senadora Beatriz Ávila en manos de la actual intendenta.

La compulsa interna del frente amarillo tuvo posteriormente un nuevo episodio en el marco de las PASO de Juntos por el Cambio. Allí Campero, como representante del ala bullrichista,  tuvo su revancha venciendo a Alfaro como referente larretista en Tucumán. Parte del radicalismo tradicional (representado en las figuras de José Cano y Silvia Elías de Pérez) se revitalizó  gracias al sistema  de acoples que les permitió acceder a bancas en la Legislatura y en el Concejo, levantando así el aplazo que su sector había recibido en las PASO de 2021, cuando Sánchez y Campero pusieron en discusión el liderazgo  del centenario partido; y de los resultados paupérrimos de la elección provincial de 2019, con Elías de Pérez como candidata a gobernadora

Pero en Tucumán, muchos opositores eligieron ser desertores  del infierno de la siempre  derrotada oposición, para mudarse al cielo oficialista del jaldismo. Lo hizo el histórico radical José Áscarate; el intermedio Raúl Albarracín; el ruralistas Juan Casañas; el izquierdista Federico Masso; y en última instancia, hasta el alfarista Germán Alfaro. Campero, quien asoma como el nuevo referente de la nueva oposición (una oposición cada vez más reducida de dirigentes, pero también con más votos genuinos), simplemente llamó a este proceso «la depuración». En otro sector hablan de «tiempos de consensos», justificando así el desmembramiento de la oposición que permitió que los que sin hacer las inferiores en el PJ, debuten  hace 6 meses  en primera al asumir en cargos en el gabinete del oficialismo provincial.

Y lo que más refleja ese aminoramiento de la oposición, es quizás la postura del alfarismo: que hoy hace oposición selectiva: se opone a la gestión municipal, pero no al gobierno provincial. Y esto, parece venir confirmar una hipótesis que se evaluaba cuando se discutían los armados previos a la elección de 2023: al alfarismo solo le interesaba retener la intendencia.

Porque la vehemencia con la que los ediles alfaristas cuestionan hoy la actual gestión municipal y la manera en que ostentan su encolumnamiento a la gestión provincial, no es el resultado de la foto de la cumbre Jaldo – Alfaro.  A juzgar por este posicionamiento del alfarismo, hoy se ve a las claras que el ex intendente solo aspiraba tácticamente  a retener la intendencia y aumentar su base de representación con legisladores propios o más fieles a su proyecto  que, lo que fueron Raul Albarracín y Pablo Alfaro, en las secciones  Oeste y Este.

 Por eso Alfaro luego del tire y afloje con Sánchez, «resignó» sus aspiraciones gubernamentales para secundarlo: porque Alfaro sabía que Sánchez iba al matadero e iba a ser «el mariscal de la derrota», y al entrevarse el de Villa Amalia y refugiarse en las ambiciones de los radicales arios, el alfarismo podía experimentar un crecimiento especial que lo iba a dejar a Alfaro en un lugar trascendental para las próximas elecciones. Sin embargo algo salió mal: quizás un error de cálculo en esas planillas de excel que sintetizan y representan la política para los actores de fuste que juegan a pleno en cada elección.

Párrafo aparte para el devenir de Roberto Sánchez: una figura que  representaba en un momento la esperanza blanca del antiperonismo local. Sus ojos color del cielo, su imagen positiva tras gestionar la intendencia de Concepción  durante un mandato y medio; su candidatura no testimonial para la diputación, lo hacían un candidato muy sensual para el electorado que buscaba un cambio de aire.  Finalmente terminó apoyándose en el alfarismo para sustentar su proyecto desde la estructura municipal capitalina, con Alfaro secundándolo como candidato a vicegobernador, para luego comenzar a  terminar estrepitosamente su carrera recibiendo una paliza contundente a manos de Osvaldo Jaldo, quedando atrás de la mejor elección histórica que hizo la ex oposición local, durante el año 2015 con el Acuerdo para el Bicentenario.

En términos partidarios, Sánchez tuvo una experiencia no demasiado feliz. Fue el primer presidente de la UCR normalizada, poniendo fin al período de las sucesivas intervenciones pero dando lugar también a episodios pocos felices: como las acusaciones que recibió de haber incluido en el proceso electoral, personas ya fallecidas. El piloto transita la recta final de su mandato partidario por la banquina, prácticamente dejando al comité provincial sin haber realizado las elecciones para renovar las autoridades.

El año próximo, con las elecciones legislativas nacionales se pondrán en juego 4 bancas de diputados. La dispersa oposición llegará disputando la representación de La Libertad Avanza en Tucumán y deberá enfrentar a  la maquinaria local del peronismo, comandado hoy por un mandatario provincial que necesita sumar diputados propios. Nada hace pensar que el año que viene en la oposición política pueda perfilarse algún candidato o candidata para encabezar la fórmula con la que el antiperonismo provincial buscará sacar del poder al Partito Justicialista en 2027.

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