Por Martín Faciano

En el marco de un complejo proceso social, económico, sanitario y político, el gobernador Juan Manzur lleva adelante su segundo período de gobierno como titular del Poder Ejecutivo.

Con una base de sustento político totalmente distinta a lo que fue su primer gestión al frente del PE; midiendo los tiempos políticos y nutriéndose de nuevos aliados tácticos para afrontar la pandemia, el mandatario provincial viene consolidando y monopolizando su conducción política en el peronismo tucumano.

Mientras tanto, el vicegobernador Osvaldo Jaldo, transita con impaciencia su presente político. Es que además de la incertidumbre que, en términos generales y colectivos, genera la pandemia, el ex ministro de Interior de la provincia debe lidiar también con la ansiedad que le genera su anhelo por llegar a la gobernación en 2023.

Seguramente, el acercamiento del intendente capitalino Germán Alfaro a Casa de Gobierno, ha sido un acontecimiento político inesperado para el Presidente de la Honorable Legislatura. Hasta hace pocos meses atrás el futuro de Alfaro y su `amigo vicegobernador Osvaldo Jaldo´ (como lo llamó en el acto del Bicentenario del 9 de Julio en 2016), parecía tener un mismo horizonte.

En un principio, se pensaba que el viraje político de Alfaro y su acercamiento a Manzur, parecía ser una cuestión netamente pragmática. Primero fue cuando el Legislador por el Partido por la Justicia Social, Walter Berarducci, disparó contra el mandatario provincial, hablando de «crisis institucional» y vertiendo duras críticas al PE en materia de seguridad. Fue ahí cuando el Secretario de Gobierno Rodolfo Ocaranza le salió al cruce de su antecesor, dejandolo en offside, diciendo que las declaraciones del parlamentario eran inoportunas e imprudentes, y despegando al jefe municipal de los exabruptos de Berarducci.

Sin embargo, los malpensados de la política suponían que el alfarismo estaba haciendo un doble juego: jugando a dos puntas (con el gobernador y el vice) y dejando en evidencia «la tibieza» de los dirigentes manzuristas, los cuales ni se inmutaron ante el ataque de Berarducci. No obstante, la cosa no quedó ahí: en la Muni eyectaron dirigentes berarduccistas y el legislador borró sus declaraciones discordantes de sus redes sociales. Los escépticos siguieron pensando que se trataba todo de una puesta en escena orquestada desde el Partido por la Justicia Social.

La semana pasada, tanto Ocaranza como el concejal Fredy Toscano, dispararon contra el principal detractor mediático del Poder Ejecutivo provincial: el legislador Ricardo Bussi. Ocaranza, instó a Bussi a que renuncie a sus fueros hasta que se resuelva su denuncia por abuso sexual. Por su parte «el Perro» Toscano ladró que el hijo del difunto genocida es «un parásito de la democracia» . Si bien los cruces de los dirigentes alfaristas fueron una respuesta a una chicana de Bussi (había acusado de manzurista al alfarismo legislativo), la reacción de los municipales también  pudo entenderse como una defensa a Casa de Gobierno.

Hoy, nuevamente, un funcionario municipal volvió a cargar contra «Ricardito». Esta vez, fue el Subsecretario de Tránsito, Enrique Romero, quien disparó con munición gruesa: Le endilgó doble moral política a Ricardo Bussi, y deslizó sutilmente una alianza entre el vicegobernador Jaldo y Fuerza Republicana.

Así, al menos en las últimas semanas y quizás por pura casualidad,  los funcionarios municipales de Alfaro, parecieran hacer de voceros y defensores del mantadario provincial. Mientras tanto, los dirigentes manzuristas ofician de ventrílocuos, haciendo hablar al gobernador para justificar sus propias acciones en la gestión.  Posiblemente, por instrucciones del Gobernador.

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