Por Martín Faciano

Luego de la contundente derrota electoral experimentada en las últimas elecciones provinciales, el senador nacional José Alperovich ha empezado a transitar un traumático ocaso político.

Quizás luego de aquel fatídico 9 de junio en el que el electorado tucumano decidió dejarlo fuera del podio político, la inmediata fuga de sus dirigentes hacia las filas del oficialismo provincial para buscar algún salvoconducto que les posibilite sobrevivir políticamente durante los próximos 4 años, ha sido lo más light que le tocó atravesar al referente del vencido Frente Hacemos Tucumán .

Sin duda alguna, el cierre de listas para las PASO nacionales, con la precandidatura a Diputado Nacional de su histórico enemigo público (el dirigente sindical bancario Carlos Cisneros), ha sido una suerte de tiro de gracia para el ex mandamás, quien todavía no puede acreditar que su ex vicegobernador y aquel tranqueño ministro de Interior, se hayan emancipado y convertido en sus verdaderos verdugos.

Pero cuando parecía que en el mundo de «la concesionaria» la cosa no podía empeorar, la dirigencia del peronismo de todo el país logró alcanzar la unidad nacional y con Alberto Fernández a la cabeza, el peronismo unido consiguió un categórico triunfo en las PASO de Agosto dejando a la fórmula Macri – Pichetto al borde del abismo y atentando, además, contra el improvisado «Plan B» del senador: hacer una apuesta imperfecta a un eventual triunfo del macrismo en las elecciones presidenciales generales.

Es que para Alperovich, sus posibilidades de volver a ser una alternativa de poder en 2023, estarían totalmente determinadas en función de las fortalezas o debilidades que pueda tener la próxima gestión del binomio Manzur- Jaldo. Por eso dentro de su esquema, más que un premio consuelo,  la reelección de Macri representa la potencial reconfiguración del mejor escenario posible para retomar su  proyecto  político cada vez más unipersonal.

Desde su perspectiva, sólo con la permanencia de un Gobierno Nacional antiperonista en Casa Rosada, se agravaría el desgaste que pueda sufrir en los próximos 4 años la dupla gobernante compuesta por Juan Manzur y Osvaldo Jaldo. No por otra cuestión el mismísimo senador tucumano se jactó y ocupó de seguir aceitando su buena relación con su par rionegrino, el candidato a vicepresidente de Cambiemos, Miguel Ángel Pichetto.

Así, con la proximidad de los comicios presidenciales y atestiguando el creciente nivel de influencia de Manzur en la órbita del PJ nacional, desde la soledad del post-poder,  Alperovich (aunque mediáticamente manifieste lo contrario), pareciera ansiar con que el próximo 27 de Octubre el macrismo logre revertir el resultado de las PASO. Solo de esta manera se prolongarían, por  lo menos hasta el  ballotaje,  su ilusión de volver a soñar con ser gobierno, y su deseo de que el pueblo tucumano obtenga su merecido por no haberlo elegido gobernador nuevamente. Lamentablemente en Democracia, no solo el electorado desea castigar a los candidatos, sino que también a veces ocurre a la inversa.

Aunque los contundentes resultados de agosto indiquen que las probabilidades  de una remontada macrista son escasas, el senador preso de su ilusión también estaría convencido de que el batacazo amarillo todavía es posible. Por eso, hoy  no le queda otra que  entonar en silencio el mítico cántico que musicalizó el máximo ascenso del PRO al poder. Ese canto que los militantes  de Cambiemos antes cantaban con alegría y hoy lo corean con desesperación. Ese versículo de autoayuda antipolítica que dice:¡Sí, se puede!¡Sí, se puede!

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