Por Martín Faciano

Desde su llegada al sillón de Lucas Córdoba, Osvaldo Jaldo ha demostrado que el carácter de «interino» a su rol como gobernador es un mero formalismo. En lo concreto ha dado muestras del estilo con que ejercerá su gobierno, y el poder, en caso de triunfar en los próximos comicios provinciales.

Los despidos de Francisco Navarro de la Secretaria de Articulación Territorial del Ministerio de Desarrollo Social; de Stella Maris Córdoba del Instituto de Vivienda, de Ignacio Golobisky de Canal 10 y, ahora, el de Benjamín Nieva de la Secretaría de Transporte, entre otras desvinculaciones de funcionarios de segunda y tercera línea firmadas en puño y letra por Jaldo, son mensajes ejemplificadores y disciplinadores para el resto del funcionariado provincial. Sobre todos para los encumbrados directivos heredados de gestiones anteriores.

Solo Navarro y Stella Córdoba han tenido la suerte política de encontrar contención en cargos nacionales. Habrá que ver si Nieva, con nulo perfil político, partidario y dirigencial, tiene la misma suerte y el Jefe de Gabinete, Juan Manzur, lo coloca en algún casillero nacional de esos que tenía reservado para los dirigentes eyectados por su compañero de fórmula en dos oportunidades.

Aunque en algunos, o en todos los casos, la iniciativa de Jaldo de desplazar a los funcionarios mencionados haya sido consensuada con Manzur; y a pesar de que este haya contenido a los despedidos en la órbita nacional, desde la confección y firma de los decretos desvinculantes Jaldo no solo ha empezado a construir la impronta de su posible futura gestión como titular del PE: también ha empezado a equilibrar la correlación de fuerzas con su más antiguo y principal socio político, quien quizás también sea muy probablemente el futuro vicegobernador suyo.

El crecimiento nacional de Manzur tras su arribo a la Casa Rosada, ha tenido como contraparte que su presencia en la provincia se ha ido diluyendo paulatinamente: en parte por su mayor función y en parte por el malestar que produjo entre sectores dirigenciales la inmediata reconciliación apenas días después de una interna feroz. Por su parte, Jaldo, en su intento de dinamizar la gestión ha  usado la lapicera y ha sabido generar las vacantes necesarias para ocupar esos espacios, posicionar su tropa y fidelizar con funcionarios de la administración que fueron implicitamente ratificados por el.

Tanto Jaldo como Manzur saben que si el poder no se ejerce, el poder se pierde. La etapa que viene para el peronismo provincial, con  la oposición por ahora dividida y una nueva chance de lograr continuar en el gobierno, le da a la dupla gobernante una oportunidad para desmentir, al menos  por un tiempo, ese refrán que dice que el poder no se comparte.

 

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