Por Martín Faciano
«Donde hay un Cobos, hay una traición«, exclama de manera irónica y sonriente un dirigente que discute política en la mesa de un bar situado en las inmediaciones de Casa de Gobierno. Se acaba de enterar que Fernando Juri Debo fue excluido de la terna definitiva que postula a los candidatos a conducir la Defensoría del Pueblo.
Sabido es que en el peronismo siempre ronda el fantasma de la traición y que las comparaciones son odiosas, pero en este caso el voto desempate de Javier Morof en favor de Eduardo «Lalo» Cobos, parece tener ciertas similitudes (salvando las distancias) con el voto «no positivo» del ex vicepresidente radical de Cristina Fernández de Kirchner. En aquel conflico por las retenciones de «la 125», además de romperse las relaciones con las patronales agrarias y agrícolas, aquel proceso culminó con la institucionalización de la desconfianza de quien conduce al PE para con su vice. Algo similar a lo que pasa hoy en la provincia entre Juan Manzur y Osvaldo Jaldo.
También hay visiones menos dramáticas. Como la de ese peronista doctrinario que en la misma mesa del bar le respondió a su interlocutor, que enojarse con `Lalo´, es como enojarse con el cartero que trae una mala noticia. «Aunque en esta, entiendo que hay culpas compartidas entre el chancho y quien le da de comer» sentenció el hombre , mientras miraba la borra de su café.
Pero, la discusión que se da hoy en la filas internas del Partido Justicialista ¿Se puede reducir a una metáfora en la cual la cuestión de fondo es un problema meramente alimentario? Quizás sí, porque el encolumnamiento político del grupo de legisladores que viene desafiando abierta y públicamente la conducción del gobernador y presidente del PJ local, pareciera estar determinada en función de ese refrán que dice que ‘donde se come, no se caga’.
¿Y esto por que puede que sea así? Hay varios factores. En primera instancia podríamos referirnos a cuestiones partidarias y político/electorales. Por un lado, el vaciamiento de la actividad y vida partidaria que se viene haciendo desde hace años en el Partido Justicialista; por otro lado, lo cual también está íntimamente ligado con lo anterior, hay otro factor determinante: la consagración y consolidación del sistema político y electoral que rige actualmente.
Además de configurarse una crisis de representación política entre los ciudadanos y los representantes del pueblo, también se ha consolidado en los últimos años ( más aún en el segundo tramo del postalperovichismo), una crisis de identificación entre los legisladores y el titular del Poder Ejecutivo. Por eso mismo, pueden entenderse las constantes voces críticas de dirigentes que hoy integran el bloque oficialista y que en otro momento (tiempo atrás) hubiesen sido tildados de extrapartidarios. Como casos testigos se pueden señalar el del ex bussista Javier Morof y el del radical, Roberto Palina. Esta podría ser una explicación que se podría dar desde un reduccionismo formalista. Aunque, como dicen por ahí, es más complejo.
Pero también hay cuestiones que tienen que ver con lo que sucede y resulta entre el hoy y el mañana; entre este presente y el futuro, incierto, que se viene entre el fantasma de una Reforma Constitucional y la incertidumbre de una eventual sucesión. Es que en esta coyuntura nadie mira para atrás. Solo lo hacen algunos parlamentarios que cuestionan el entorno del mandatario, cuando fingen ostentar un ‘manzurjaldómetro’ e intentan pasar lista de quienes estuvieron en la Plaza Yrigoyen en 2015, y quienes no.
Distinto es el ámbito del Poder Ejecutivo, donde los ministros no suelen mirar para atrás. De hecho, en la mayoría de los casos, ni siquiera suelen mirar para arriba o para los costados. Es que el sistema de acoples también ha hecho que el gabinete esté integrado mayoritariamente con dirigentes y funcionarios que han sido cabezas de acople, que pese a que hoy tienen rango ministerial, todavía tienen mentalidad de acople. Por eso en muchos casos, hay funcionarios entre los cuales más que como compañeros, se ven como adversarios políticos y territoriales.
El justicialismo comarcano transita momentos de incertidumbre por una pelea anticipada, donde tanto el gobernador y Presidente del Partido Justicialista como su vice, tienen la responsabilidad de haber dejado que todo ocurra tal cual viene sucediendo. El mandatario provincial por ejercer su política desde la cúspide de la superestructura, con poco roce con los cuadros intermedios; y el vicegobernador por haber permitido que los disparos de sus legisladores lleguen a un punto donde cualquier imperativo de cese al fuego sería entendido como un síntoma de debilidad y, por ende, un sinónimo de su derrota.
En el medio de esta disputa de poder, oscila la dirigencia oficialista ejerciendo sus lealtades en función de quien es su empleador mayoritario. La elección que viene será crucial para la suerte del binomio, quienes juntos o por separado deberán empujar a la tropa trabaje en una elección abstracta donde los acoplados no experimentarán la adrenalina de jugarse su propia cabeza.