Por Martín Faciano

Los murmullos sobre las posibilidades de cambio en el gabinete provincial vienen generando ansiedad en la dirigencia política provincial, tanto entre quienes esperan poder mantenerse en sus cargos como entre quienes consideran que pueden ocupar un mejor sillón si se produce una vacante en algún ministerio, Ente o Secretaría de Estado.

En el medio de todo eso, las cláusulas de algunos acuerdos político electorales que todavía no se cumplieron y las expectativas que se hizo la dirigencia con el nuevo escenario post PASO, intensifican la impaciencia de quienes consideran que sus máximos referentes políticos aún no le retribuyeron por su desempeño en las compulsas electorales de septiembre y noviembre.

Aunque el bloque de legisladores oficialistas se haya reunificado después de la interna, y se baje línea hasta el cansancio de que ¨el manzurismo y el jaldismo ya no existen más¨, en las segundas líneas todavía hay vestigios identitarios de lo que fueron los bloques ¨Lealtad Peronista¨ y ¨Peronismo Verdadero¨. El proceso de reconciliación forzosa para todo el justicialismo, impulsado como mandato desde la cúpula del poder y la conducción gubernamental – partidaria local, ha encontrado resistencias en algunos actores que se pintaron la cara luego de aquella fatídica sesión legislativa en la que se eligió al actual ombudsman.

Si bien la idea de la construcción de la “resistencia manzurista”, duró mucho menos que el manzurismo como espacio político concreto, en las huestes del actual Jefe de Gabinete de la Nación han salido algunas voces duras, como la del legislador y presidente del Congreso Provincial del PJ, Jorge Leal, quien días atrás en un matutino televisivo dijo que para el 2023 debería haber internas para definir las candidaturas. Leal también expresó que hay heridas que no cicatrizaron luego de la interna y remarcó que los procesos políticos deben hacerse de abajo hacia arriba y no a la inversa.

 El mensaje de Leal estuvo a contramano del discurso de otros referentes del espacio que venía conduciendo el gobernador en uso de licencia, desde donde se afirmaba y repetía que el peronismo no estaba en condiciones de pasar de nuevo por una interna partidaria para dirimir el poder.

La abrupta partida de Juan Manzur hacia la Jefatura de Gabinete de la Nación, había dejado en su tropa una sensación de orfandad que el mismo licenciado gobernador se encargó de atenuar a fuerza de telefonazos, visitas relámpagos a la provincia durante la campaña y recepciones fugases en su despacho de Casa Rosada, hasta donde se trasladaban los dirigentes de su riñón para conseguir una foto con significancia de estampita, de su santo protector.

Es que el melodrama de la interna generó rumores sobre posibles represalias por parte del gobernador interino para con quienes lo enfrentaron y confrontaron en  las PASO.  Aunque nada de eso pasó, todavía hay quienes consideran a Osvaldo Jaldo como una bomba de tiempo y le atribuyen «sed de venganza». Sin embargo, el tranqueño decidió basarse en la cautela y la moderación, para mostrarse como un león herbívoro y demostrar que hoy no aspira a conducir el peronismo,  sino a  gobernar la provincia. El momento y el tono que le dará a su impronta de gestión, es lo que hoy mantiene expectantes a quienes prestan atención a la tinta de la lapicera.

Pero el transitorio ascenso político de Jaldo a la gobernación también ha generado insatisfacciones entre quienes militaron Peronismo Verdadero. El festejo por el cargo de mayor jerarquía de Manzur y el consecuente  interinato de su referente como titular provisorio al frente del Poder Ejecutivo, tuvo un climax en el cual algunos jaldistas se aventuraron a bosquejar una repartija de ministerios, cajas y estructuras del PE.

Más que un impulsor del cambio, hasta acá, Jaldo  viene  siendo el principal garante del status quo del gobierno provincial, lo cual molestaría por igual a jaldistas y manzuristas. Ese comportamiento de garante, con Segio Mansilla como co-garante, pareciera ser un requisito necesario para que en 2023 Jaldo llegue a pelear por la permanencia en la gobernación en  2023, pero con la anuencia de  quien hasta hace unos meses era su adversario y socio político a la vez.

Solo Manzur, Jaldo y Mansilla, que fueron los principales ganadores de una interna en la que, más allá del resultado de las PASO, perdieron tanto los manzuristas como los jaldistas, conocen la letra chica de ese borrador de  acuerdo que se firmó para habilitar a Manzur a acceder a su cargo de mayor jerarquía.

Con las aguas calmas del justicialismo local, el gobierno provincial aspira a pasar un diciembre sin conflicto social. Hasta el 1 de Marzo, fecha en la que se celebrará la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación y de la  Honorable Legislatura de Tucumán, la paz política está garantizada en el peronismo tucumano.

 Hasta entonces, Manzur, Jaldo y Mansilla, disfrutarán de la Casa Rosada, la Casa de Gobierno y el espejado palacio legislativo, como si fueran inmuebles adquiridos en un “tiempo compartido”. Para el 2023, probablemente el Jefe de Gabinete, el gobernador interino y el legislador a cargo de la vicegobernación, busquen ser los titulares absolutos de las instalaciones edilicias que hoy disfrutan. Mientras tanto, el peronismo tucumano intentará disfrutar estas vacaciones raras.

Con este orden por ahora, y suponiendo que quizás las aspiraciones presidenciales del Jefe de Gabinete puedan ordenar lo que la interna dejó roto, lo único que genera desconfianza en algunos popes de la política provincial, es la duda sobre si existe, o no, el proyecto “Yedlin 2023” en la cabeza de Manzur.

La pugna por la sucesión ya ha comenzado e independientemente de lo debilitado o fortalecido que pueda  llegar Manzur a 2023, la disputa entró en su primera fase, la cual consiste en que quienes anhelan su bendición trabajen y operen para que el dedo del gran elector los señale.

 El antecedente rupturista de la interna y el resultado de las generales, son una advertencia para el oficialismo provincial en su pretensión de retener la gobernación. Es que más allá de los acuerdos cerrados arriba, no hay margen para el destrato a los dirigentes de abajo, porque en la vereda de enfrente hay otro peronista, Germán Alfaro, que espera a los muchachos con los brazos abiertos. Tampoco hay lugar para los mensajes poco claros a las tropas, porque los mensajes ambiguos generan confusión y, como dicen en el peronismo, la confusión es la etapa que antecede a la traición.

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