Por @martinfaciano
A menos de una semana del «Día de la Lealtad», el acto de ayer en el Hipódromo de Tucumán parece una continuidad de lo que fue el masivo acto del 17 de Octubre de 2018. Con menos actores en el escenario, y algunos en otros espacios, otra vez el Peronismo Tucumano ocupó el centro de la escena política nacional.
En menos de 3 años, desde aquel masivo acto hasta hoy, la dupla Manzur – Jaldo, cosechó triunfos electorales en las PASO y las Generales de 2019, y también en las recientes PASO de 2021. Además, se abroquelaron para ganar los comicios provinciales y ser reelectos, evitando el retorno al poder del ex gobernador José Alperovich.
Desde aquel 17 de Octubre se visivilizó y consolidó el aporte del PJ Tucumano a la construcción de la unidad nacional, en la figura de Juan Manzur, quien es hoy Jefe de Gabinete y Vicepresidente del PJ Nacional. En el medio, en el plano local y nacional, pasaron cosas.
En Tucumán una interna fuerte entre el 1 y el 2, blanqueada desde hace más de un año y dirimida (cómo corresponde) en las urnas hace menos de un mes. En lo Nacional, las tensiones propias de un gobierno de coalición, expresadas en los ministerios cercados y en cartitas de desamor.
La crisis política del Frente de Todos, conjugada con su performance electoral nacional, posibilitó que Juan Manzur diera un salto al PE nacional, de la misma manera que Osvaldo Jaldo lo hizo a nivel provincial. Por eso en Tucumán, ahora se dice que «el que gana conduce y el que pierde, también».
Pese a que en Tucumán hubo una interna que puso al PJ al borde de su ruptura, hoy Manzur y Jaldo transitan sus ascensos políticos reconciliados por conveniencia táctica, y como producto de un impensado reacomodamiento institucional que ordenó lo político y lo partidario.
Con la llegada de Manzur al gabinete, Jaldo tiene la posibilidad de consolidarse institucionalmente desde la gestión ejecutiva provincial y, políticamente, como la principal alternativa para la sucesión en 2023. Para eso necesita que Manzur continúe en Casa Rosada.
Sin embargo, hay quienes sostienen que la suerte de Manzur en el gabinete depende del resultado electoral próximo. También están los otros que creen que su continuidad en el gabinete es independiente de eso y su llegada representa la consolidación de la cuarta pata del FDT, nucleando a gobernadores e intendentes.
En cualquier escenario, hay una sola certeza: mientras la progresía aborrece los cabezones del interior (con olor y sabor a caudillos), el PJ tucumano nacionaliza una de los suyos, y hoy se erige como «el hecho maldito» de un país que en 2023 puede teñirse de amarillo, como en 2015.