Por Martín Faciano

 

La nota periodística publicada en diario Perfil, en la que el periodista Javier Calvo aseguraba la inminente renuncia de Juan Manzur a la Jefatura de Gabinete de la Nación, ha generado demasiado ruido en el microclima político que vive el Frente de Todos. Más allá de las especulaciones que puedan suscitarse en Tucumán, dónde Osvaldo Jaldo (el vicegobernador y último adversario electoral de Manzur en las urnas) hoy ejerce gobernación de manera interina, en el plano nacional también miran de reojo el curso de la gestión de Manzur al frente de la Jefatura de Gabinete de Ministros.

La rapidez con la que se desestimó la nota desde el entorno del gobernador tucumano en uso de licencia, pareció una respuesta mucho menos forzada que la foto que el presidente Alberto Fernández apuró al día siguiente del artículo periodístico en la actividad oficial realizada en Morón, en la que ambos volvieron a mostrarse juntos en público. «Alberto se mostró con Manzur en un acto, pero no lo dejó hablar», tituló La Política Online, luego del acto donde lo más protocolar fue el saludo entre Fernández y Manzur.

Está claro que las tensiones hacia adentro de la coalición de gobierno, dan cuenta de la fragilidad que hoy experimenta este heterogéneo espacio político que consiguió desbancar al macrismo en 2019. Las acusaciones de Alicia Castro contra la ministra de Salud, Carla Vizzotti, y las últimas chicanas de Luis D`Elía contra Cristina Fernández de Kirchner, son acabadas muestras de que en el marco de este clima internista del FdT, las peleas ya no son coreografías de ‘Lucha Libre’ sino descarnados rounds de ‘Vale Todo’. Ya no se pega para que suene, ahora se pega para que duela.

Sin embargo, entre tanta incertidumbre económica y política, y aunque todavía no se sepa que rol tendrán el massismo y los demás actores que integran la coalición, hay algo que si se puede visualizar en este momento y es que las discrepancias entre el kirchnerismo y el albertismo ya no se camuflan ni se maquillan. Se visibilizan y se tensionan hasta el extremo.

En este contexto, más que como una operación de prensa contra Manzur, la nota periodística de Perfil puede interpretarse como un pase de factura o una poco sutil advertencia del licenciado mandatario provincial para con el Presidente de la Nación y del Partido Justicialista.

El mensaje es claro: si Manzur continúa o abandona la Jefatura de Gabinete, es por voluntad propia y no por decisión presidencial. El costo político de un posible regreso de Manzur a su pago chico podría ocasionarle un fuerte vacío de poder a un Alberto Fenández, cuya amistad con Héctor Magnetto lo libera de preocuparse por las tapas de Clarín, pero no lo exhime de acusar los golpes de una columna de Perfil.

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