Por Martín Faciano
El evento, realizado en el teatro Rosita Ávila, fue significativo por la variedad de actores que se congregaron. Acompañada por el vicegobernador Miguel Acevedo (que hasta ayer estuvo a cargo de la gobernación), Chahla también recibió el acompañamiento de un significativo número de concejales de la oposición, tanto de la Unión Cívica Radical como de Fuerza Republicana. Incluso estuvieron también, los ediles del Partido Justicialista, quienes hasta acá se venían mostrando acostumbrados a no escatimar faltazos y brindar zigazagueantes muestras de apoyo a la gestión municipal.
Quizás la presencia de los concejales oficialistas fue una devolución de gentilezas a la actitud de la intendenta y el vicegobernador: la semana pasada, ambos, sentaron postura en contra de la eliminación de los acoples. Es que nada que suceda en el plano político provincial puede entenderse por fuera del marco de discusión en torno a la posible reforma constitucional, y eso lo sabe hasta el mismísimo Dios, quien desde el Cielo mira y escucha al arzobisbo Carlos Sánchez, pasearse por los medios de comunicación y pasillar la Legislatura Provincial junto a la “Mesa de Diálogo”, clamando por la “reforma electoral”.
Pero pese a las relativas coincidencias previas entre Chahla y Acevedo, en relación al tema “acoples”, en sus las alocuciones durante la jornada de ayer en la que ambos fueron los únicos oradores, se notó un contrapunto. La intendenta hizo hincapié en la concepción del CES como un organismo “apartidario”, mientras que el vicegobernador fue más allá y pretendió para el CES un carácter “apolítico”. Quizás Acevedo no supo comprender el auditorio congregado o solo se limitó a usar el mismo libreto que había usado justamente un día antes, cuando aún estando a cargo del PE fue a la cámara parlamentaria a recibir al Arzobispo Sánchez y a los integrantes de la “Mesa de Diálogo” para reunirse con los jefes de los bloques legislativos.
Fue desde la cámara parlamentaria que Monseñor Sánchez tomó distancia de la reforma constitucional profunda que impulsa Jaldo, y horas mas tardes, en un mano a mano con el periodista Federico Van Mameren, en el estudio de La Gaceta, pidió “austeridad en los gastos del Estado” y marcó su postura favorable a una reforma, apenas electoral. Lógico. Probablemente el arzobispo no quiera meter los dedos en el enchufe de la reforma, no vaya a ser cosa que en una constituyente a algún convencional se le ocurra proponer eliminar el Art. 26 de la Constitución Provincial vigente, en el cual se decreta que «el gobierno cooperará al sostenimiento del culto católico apostólico romano».
Durante su alocución, en el lanzamiento del CES, la intendenta Chahla brindó algunos datos sensibles. En solo 12 años, de 2010 a 2022, la población de San Miguel de Tucumán pasó de 548.866 ciudadanos a 590.342. Es decir que a fines de 2023, Chahla asumió una gestión en la cual heredó, entre otras cosas, un déficit de planificación e infraestructural, que se venía arrastrando desde la gestión anterior. Hoy, con los números sobre la mesa, pareciera ya haber la voluntad política necesaria como para empezar a saldarse tamaño déficit, o por lo menos para comenzar a discutirse.
Otro dato expuesto durante la jornada de ayer, arroja que 1 de cada 4 vecinos capitalinos vive cerca de un basural; que hay un 33 % de los vecinos de San Miguel de Tucumán que no cuentan con cobertura de Salud; y, que, en los índices referidos al empleo se advierte una informalidad del 51,8% y una tasa de desocupación del 5.6%. Grandes problemas para una gran ciudad, cuya gestión ejecutiva asumió los desafíos de conducir los destinos de la Municipalidad en un contexto determinado por una profunda crisis económica, y con un gobierno nacional de signo adverso.
El desafío para los actores que se subieron ayer al escenario del Rosita Ávila, es inmenso. La situación es crítica y ya no hay margen para simular ni jugar al “dialoguismo». La política en términos generales sufre un nivel de descrédito que puede afectar a cualquier referente u organizaciones del tercer sector en estas instancias buscan oportunidades de hacer lobby para beneficios personales, o solo ven la posibilidad de producir contenidos para sus redes y denotar así sus buenas intenciones a través de las fotos que se sacan en este tipo de eventos, que cuando son espasmódico, rara vez se traducen en acciones concretas y efectivas. Y como ejemplo más concreto cabe recordar la experiencia de la “Mesa contra el hambre”, integrada por celebridades y políticos, oficializada días antes del triunfo definitivo de Alberto Fernández en las vísperas de las elecciones generales de 2019.
Por lo pronto, el CES volverá a reunirse el próximo 18 de agosto, y a partir de ahí se empezará a ver si los políticos, empresarios, referentes de organizaciones de la sociedad civil y demás actores sociales, ayer solo se peinaron para la foto o subieron al escenario dispuestos a arremangarse y a trabajar, más allá del lugar que hoy ocupan, en pos de resolver los problemas estructurales que aquejan a la ciudad capitalina, y que básicamente son producto de gestiones y decisiones políticas implementadas durante décadas.