Por Martín Faciano

La oposición al oficialismo provincial en Tucumán, se encuentra atravesando una prolongada interna irresuelta que amenaza sus posibilidades de alguna vez llegar a ser gobierno en el Jardín de la República.

Es que la grieta política se ha ensanchado entre los distintos actores y sectores que representan en la provincia al Gobierno Nacional. Con la UCR intervenida, su sede partidaria al borde del remate, y un nuevo frente interno resultante de  la agudización de las tensiones entre el canismo y el silvismo/camperismo, el futuro de las proyecciones politicas de los correligionarios pareciera aparecer atado a la suerte que corra el macrismo.

Pero más allá de los vaivenes que desde el poder central  pueda experimentar el macrismo, a nivel local, la principal amenaza política para quienes integran la coalición amarilla, tiene  apellido de genocida. Si bien Ricardo Bussi, no es precisamente un emergente de la política local, la cosecha de sufragios que Fuerza Republicana consiguió en el último proceso electoral provincial, le permitió potenciar su estructura a niveles irrisorios.

Por ese motivo, gracias a la posibilidad de usar dobles candidaturas; a la inteligente decisión de apostar a una lista única  en medio del festival de acoples; y a la capitalización de la escasa capacidad resolutiva del gobierno provincial  en torno a la problemática inseguridad, un buen porcentaje de los legisladores y concejales que asumirán bancas en  representación de FR, pasarán directamente desde el anonimato y el llano, a la exposición público mediática y la superestructura. Un camino inverso al que pareciera haber transitado el ex bussista devenido en alfarista, Claudio Viña, en el intento de costruir su propia Nueva Fuerza.

La sábana corta

La decisión del Gobierno Nacional de no permitirle a la lista de precandidatos a diputados impulsada por Mariano Campero, de llevar a la fórmula Macri – Pichetto en su boleta, ha generado un profundo malestar entre la dirigencia radical que ha trabajado para el macrismo provincial en los comicios pasados.

Además de acusar de malos pagadores a los jerarcas de Casa Rosada, desde la oposición interna a la nómina que encabeza Domingo Amaya, advierten que la actitud de Frigerio, Peña y compañía, es la piedra basal de una potencial ruptura que podría desencadenarse mucho más rápido en caso de que la fórmula Macri – Pichetto sea derrotada en las elecciones generales de Octubre, o en una eventual segunda vuelta.

Independientemente del resultado de las elecciones nacionales, la mezquindad de la oposición provincial que no llega a unirse ni por el amor ni el espanto, ha puesto en evidencia que la temprana disputa interna con vistas al  2023 ya no será patrimonio exclusivo del Partido Justicialista.

 

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