Por Martín Faciano

El gobernador Juan Manzur volvió a mostrarse en público con  el intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro, y con el vicegobernador Osvaldo Jaldo. Quizás estos encuentros entre los funcionarios deberían parecer algo habitual o normal, pero la coyuntura, la cultura y la tradición política que  forjaron  a la dirigencia en nuestra provincia hacen que estas postales se manifiesten como una cosa extraordinaria.

En lo que respecta a la relación de Manzur con Alfaro, esta vez fue el jefe municipal capitalino quien jugó de local recibiendo al mandatario local en las instalaciones del Complejo Ledesma, donde la intendencia mostró   un centro de aislamiento, con 130 camas para pacientes con covid-19, el cual fue cedido a la provincia.

De esta manera, se oficializó la reconfiguración de la relación entre el Poder Ejecutivo provincial y el principal municipio tucumano. La intervención por parte del gobernador Manzur y algunos de sus funcionarios para gestionar ante el Gobierno Nacional los fondos adeudados por el BID para reactivar las obras de remodelación de la Plaza Independencia, fue una «caricia significativa» para el alcalde que acompañó a la coalición amarilla un poquito más allá de la puerta del cementerio.

No todo es «amor y paz»

Sin embargo, pese esta nueva etapa dialoguista que se vive en la relación entre el gobernador Presidente del Partido Justicialista Distrito Tucumán y el intendente referente del PJS, el aire se percibe un poco más espeso en los entornos de las segundas líneas.

Sin ir más lejos, la semana pasada, el Vicepresidente 1º de la Honorable Legislatura, Gerónimo Vargas Aignasse, salió a cruzar al alcalde capitalino, asegurando que «Alfaro quiere someter al Concejo Deliberante». El reclamo de Vargas Aignasse, que apunta contra el intendente por no garantizar la autonomía municipal y las deudas salariales con el personal contratado,  contrastó con la pasividad de la mayoría de los ediles del «Bloque Justicialista de Todos» y puso en evidencia la inacción y ausencia del somnoliento Presidente del Concejo Deliberante, Fernando Juri. A su vez, los disparos de Vargas Aignasse  también se entendieron como una réplica a los constantes reproches de los parlamentarios álfarojaldistas (Walter Berarducci, Raul Pellegrini y Raul Albarracín) hacia el mandatario local.

Pero más allá de los acuerdos y los cruces mediático discursivos, desde Casa de Gobierno piensan seguir de cerca el accionar del alcalde capitalino y su tropa. Por eso avanzaron con la presentación de un proyecto de ordenanza para crear una comisión de seguimiento y monitorear las obras de refacción que la municipalidad retomó en Plaza Independencia.

«Alfaro es bueno, pero si se lo vigila es mejor», dice un funcionario que señala que las comisiones de seguimiento habían pasado de moda pero se volvieron a usar cuando desde la Legislatura transfirieron sus excedentes financieros al SiProSA.

Así, en plena pandemia, entre la precaución y la desconfianza, Manzur, Jaldo y Alfaro han decidido empezar a mostrarse menos distanciados. Solo el tiempo dirá si los muchachos  están exprimentando algún virus madurez política o si es que  están siguiendo esa máxima que reza que al enemigo hay que tenerlo cerca.

 

 

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