La desperonización de Alperovich y la desalperovichización del PJ (Parte I)

Por Martín Faciano

La escasa presencia de dirigentes con peso territorial alrededor de la figura del Senador Nacional José Alperovich, ha puesto de manifiesto la debilidad política que, en términos estructurales, sufre hoy el exgobernador que  ahora apuesta a reciclarse reinventando su imagen a fuerza de presencia y fotos en las redes sociales. Es justamente sobre esa carencia política que Alperovich ha configurado un relato electoral y un discurso cerrado, al que se ajusta cual libreto en cada alocución.

Es por eso que el Senador neokirchnerista remarca constantemente que su apuesta en pleno es a la gente y no a los dirigentes. Así, refugiado y redundando en ese encorsetado andamiaje discursivo, de cara a la pelea por la gobernación provincial en 2019, Alperovich pareciera apostar a convertir esa debilidad política en su principal fortaleza electoral. Claro que para que la jugada de pizarrón resulte, el exgobernador necesitará que esta vez lo voten (si se presenta) sectores que quizás nunca antes lo han votado.

Esta definición del ex mandamás, su explícito ninguneo a esos actores que son claves para hacer posible el peronismo (los dirigentes), ha sido fundamental para que un grupo de funcionarios y militantes que estaban siendo punteados en el padrón de los indecisos, tomaran postura en favor del binomio compuesto por el Gobernador Juan Manzur y su vice Osvaldo Jaldo.

No obstante, cabe aclarar, que no fue tanto el «giro discursivo» del ex mandatario, como la voluntad de poder de los dirigentes, el pragmatismo y su confianza en el aparato, lo que los movilizó a elegir apoyar el proyecto reeleccionista. Apostar por Manzur-Jaldo, terminó siendo una cómoda salida para aquellos que, durante el transcurso de estos tres años de manzurismo, han comprendido que pueden llevar adelante su construcción política sin tener que hacerlo desde el temor reverencial hacia la figura de Alperovich, quien además de ejercer una conducción ultrapersonalista, ha terminado por demostrar su concepción dinastíca del poder. Algo que no es poca cosa para aquellos que, al menos en la política, buscan (o dicen que intentan) ser artífices de su propio destino.

En estos términos, la desperonización de José Alperovich, más que una alternativa entre varias factibles, aparece en realidad como su única salida política posible. Si bien el ex mandatario puede, todavía, tener una considerable reserva de votantes emocionales, lo cierto es que en la lógica del justicialismo, son los dirigentes quienes motorizan y permiten la capitalización de los votos en el día de los comicios.

Al encontrarse desposeído de cuadros tácticos, viéndose y sabiéndose en deseventaja ante la maquinaria electoral del justicialismo provincial, luego de haber evaluado la «correlación de fuerzas», Alperovich,  no ha podido hacer otra cosa que patear el tablero del PJ local; un tablero que únicamente estaba sirviéndole para evidenciar que en la sede partidaria, a su dama ya le habían hecho sopladita.

Aunque hoy, el PJ local no sea más que la simbólica herramienta electoral de un movimiento político que en Tucumán, a fuerza de acoples, mansiones y concesionarias, ha quedado al borde de la acefalía espiritual, el recambio de autoridades que se oficializará con la asunción de Juan Manzur al frente de la presidencia, marcará el inicio de una nueva etapa en la vida partidaria. La misma, nacerá con el impulso gestante del masivo acto celebrado el 17 de Octubre, en el que  Manzur  demostró que además de gobernar y conducir el peronismo en la provincia, también tendrá los codos en cualquier mesa donde los jerarcas del peronismo a nivel nacional intenten, por lo menos, sentarse a discutir como reorganizarse para destronar a  Mauricio Macri en 2019.

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