Por Martín Faciano

Así como las empresas fúnebres y la industria del café han sabido sacar rédito económico de la muerte, hay dirigentes políticos que -en algunos casos sin proponérselo o incluso de manera contraria a sus pretensiones- se han visto favorecidos o perjudicados en términos políticos, de imagen y de gestión  durante el transcurso de la pandemia en Tucumán.

El ministro de Seguridad, Claudio Maley, es seguramente uno de los funcionarios que ´menos peor` (queda mal decir «mejor») la ha pasado desde la llegada del virus de origen oriental. Es que la disminución de los homicidios durante la Fase 1, le han dado a Maley una cuota de tranquilidad que solo se vio alterada con las protestas de las vecinas y vecinos que se trasladaron hasta su domicilio a reclamar por algunos hechos de inseguridad y por el asesinato del párroco Oscar Juarez. También los reclamos  y las repercusiones nacionales por los asesinatos del trabajador rural Luis Espinoza y de Ceferino Nadal en manos de agentes policiales  de la provincia, seguramente alteraron el ritmo cardíaco de Maley durante la cuarentena. Sin embargo la  temprana decisión del gobernador Juan Manzur de designarlo al frente del Comité Operativo de Emergencias fue oportunamente un espaldarazo  que puso fin a los rumores sobre el inminente alejamiento de la cartera de seguridad por parte de Maley.

Distinto es el caso de  Rossana Chahla, quien a su responsabilidad institucional al frente del ministerio de Salud de la provincia la asumió poniendo el cuerpo y comandando la primera línea. Más allá de las competencias y el rol que por la naturaleza de su cargo le tocaban  a la ministra, Chahla hizo explícita constantemente  su decisión política de afrontar la pandemia desde el territorio y no desde un escritorio. La ralentización de la llegada del Covid-19 a la provincia le permitió a Chahla ponerse «codo a codo» (nunca se usó tan literalmente esta expresión) con el mandatario provincial para poner a punto la estructura sanitaria de la provincia. Además de la fidelización con el mandatario, la pandemia le ha posibilitado a la ministra de Salud popularizar su apellido llevándolo a niveles de conocimiento imposibles de alcanzar desde la planificación y los servicios que ofrecen las consultorías políticas.

También el gobernador Manzur ha sumado algunos puntos de imagen positiva a su figura y su gestión durante la pandemia. El acercamiento institucional con los intendentes Germán Alfaro (San Miguel de Tucumán), Mariano Campero (Yerba Buena), Roberto Sánchez (Concepción)  y Sebastián Salazar (Bella Vista); y con el diputado nacional José Cano, no solo ha sido un fuerte mensaje anti-grieta que se dio desde Casa de Gobierno sino que también ha sido un gesto de madurez política e institucional sin precedentes y que, por ejemplo, no tuvo la senadora nacional Silvia Elías de Pérez. De esos encuentros y fotos conciliadoras, también quedaron con saldo a favor  los históricos opositores, quienes se erigieron como opositores dialoguistas, dejando en soledad a la ex candidata a gobernadora por el frente «Vamos Tucumán», en las últimas elecciones provinciales.

Que en Tucumán el desplazamiento del Covid-19 haya ido desde la periferia al centro y desde el Interior a San Miguel de Tucumán, es algo que le ha posibilitado al intendente capitalino hacer economía de fuerzas. Fue ese margen de tiempo el lapso en el que Alfaro y el mandatario provincial se acercaron y se reconciliaron. Quizás más adelante, con algún diario del lunes también podremos saber si política o electoralmente  Manzur y Alfaro acordaron algo, porque como advierten en la cocina de la realpolitik: «Hay algunas roscas que tardan en leudar».

Incluso en los municipios con localidades donde debieron cercarse algunas manzanas por propagación de Covid, los intendentes lograron salir airosos de tamañas amenazas sanitarias. El caso de Darío Monteros en Banda del Río Salí, mostrando en sus redes la constante  intervención y la asistencia al vecindario por parte del personal municipal a su cargo, de los vecinos  solidarios y los grupos de voluntarios, es el claro ejemplo de que lo que menos puede hacer un dirigente en plena pandemia es esconderse. Sin embargo en Concepción, Roberto Sánchez pareció no comprenderlo, y cuando quiso interrumpir su descaso para ir a poner la cara el vallado ya estaba armado y los vecinos aislados ya estaban durmiendo.

Quizás el que menos sienta haber sumado algo en estos casi 160 días de pandemia es el vicegobernador Osvaldo Jaldo. Eso al menos  se puede inferir de su reproche a las autoridades del  Ministerio de Salud, pidiéndoles que informen constantemente la procedencia de los fondos con que se compraban los equipamientos para combatir el Covid-19.

Si bien el planteo del vicegobernador tenía por objeto intentar capitalizar la transferencia de los excedentes financieros que la Legislatura le donó al Ministerio de Salud para afrontar la pandemia, el reclamo cayó mal entre quienes se hicieron eco de la noticia. Y eso es entendible, porque lo  que  en un principió se comunicó como una donación desinteresada y sirvió para contrarrestar la imagen negativa que Jaldo, la Cámara y los Legisladores acumularon durante el episodio del uso en sesión legislativa de las máscaras donadas por Cuarentena Solidaria, en realidad se pareció más a una frustrada pauta publicataria en la pechera de la estructura sanitaria más importante y operativa para afrontar la pandemia.

Así como las medidas que toma el COE se evalúan día a día, habrá que ver como evoluciona el esquema de réditos y saldos de la dirigencia mientras el virus se esparce en Tucumán. Esto también puede cambiar día a día y minuto a minuto.

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