Por Martín Faciano

La superstición y el negocio lúdico, en Tucumán y en todo el país, han sido tan fuertes, que se ha llegado a configurar un sistema de representaciones simbólicas, relativamente convencionales, para asignarles un cierto sentido a la escala numérica que arranca con el 0 y termina con el 99. Así tanto el timbero tucumano, ese sujeto extremadamente cabulero que suele tener ese vicio popular llamado quiniela, comparte incluso con aquellos tipos que odian la timba, las representaciones en torno a determinados números. Cualquier pelele, por ejemplo,  puede saber que el 13 significa «La yeta», o que el 17 es «Desgracia».

El pasado 13 de abril, día del cumpleaños del ex gobernador José Alperovich, se incrementaron significativamente las apuestas tanto al número de la edad que alcanzaba Alperovich, el 63, como al número de la edad que abandonaba, el 62. Pero quienes apostaron a Alperovich perdieron, porque ningún número de los que salieron en los sorteos de la quiniela de ese día tenían relación alguna con el cumpleaños. Quizás en el 2019, los apostadores puedan tomarse revancha cuando el Senador Nacional cumpla los 64 años.
Por las dudas, los que quieran hacer una redoblona sepan que el 64 significa «llanto».

Los convocados y los marginados

Luego de la extimada celebración del aniversario del natalicio del ex gobernador, lo que se puso en discusión entre quienes se enfocan en la interna del Frente Justicialista por Tucumán (FJpT), son las lecturas políticas en torno a la presencia del Gobernador Juan Manzur en el festejo, y en relación a la ausencia por parte del Vicegobernador Osvaldo Jaldo.

En ese sentido, quienes frecuentan el quincho de una de las diez mansiones, aseguran que Manzur y Alperovich acordaron el retorno del ex gobernador al poder central en las elecciones provinciales de 2019, y señalan que el festejo devino en una contundente demostración de fuerzas por parte del Senador Nacional. Como prueba irrefutable de esa teoría, argumentan las últimas dos fotos del Gobernador Manzur junto al Senador Alperovich, y la asistencia del actual mandatario a la celebraci­ón en la cual el cumpleañero le aplicó el derecho de admisión a todos aquellos dirigentes vinculados al jaldismo.

Por el lado de enfrente, consideran que la maniobra de Alperovich ha sido adversa para el mismísimo ex Gobernador, quien se ha expuesto innecesariamente demostrando que hay una cantidad mayoritaria de legisladores y delegados comunales que no quieren mostrarse con él. Además, los voceros del jaldismo señalan que una importante cantidad de los jefes municipales que concurrieron, lo hicieron más en función de mostrarse contenidos en el marco de sus propias disputas municipales, o por poner un huevo en cada canasta, que por lealtad al Senador Nacional.
Bajo esa óptica, por ejemplo, se explica la presencia de los intendentes Javier Noguera, Carlos Najar y Carlos Galia, como una respuesta automática a las ausencias de los legisladores Javier Pucharras, Luis Morghenstein y César «Kelo» Dip, quienes respectivamente aspiran a recuperar el control del poder de los municipios de Tafi Viejo, Las Talitas y Lules, en 2019.

En el palo por palo

El refrán popular que señala que el que pega primero pega dos veces, no se aplica a una pelea política en la cual rara vez gana quien más pega. Incluso, en política, antes que aprender a pegar es más importante aprender a recibir y amortiguar los golpes, que a esquivarlos. Es esa la receta ideal para no comerse ningún amague, o bien, para comerse la menor cantidad de amagues posibles.

Alperovich pegó primero, pretendiendo hacer de su cumpleaños un hecho político. Desde el mismo momento en que se empezaron a hacer análisis y lecturas políticas sobre a quienes se invitaba al evento y a quienes no, entre quienes finalmente asistían y quienes no, el Senador Nacional empezó a ganar. Pero como dijo Hugo Moyano en su último acto en la calle, parafraseando al nobel mexicano Octavio Paz, «toda victoria es relativa y toda derrota es transitoria«.
Alperovich ya pegó, y ahora no le queda otra que recibir la devolución de Jaldo. Mientras tanto Manzur, que oficia de árbitro, se demuestra partidario del «siga, siga».

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