Por Martín Faciano

Mientras aumentan los casos de Covid-19 en la provincia (a la vez que se anuncia el desarrollo de la vacuna en Argentina), en la esfera dirigencial hay quienes no pueden dejar de pensar un solo segundo en la política. Es que el vencimiento de los mandatos de los legisladores nacionales el año próximo, de  la dupla gobernante y los jefes municipales en 2023, aparece en el horizonte como una amenaza a las aspiraciones de quienes hoy detentan distintas cuotas de poder.

El anhelo del sillón prestado

En el transcurso de las últimas semanas se han promovido algunas teorías que se refieren a un posible desplazamiento del gobernador Juan Manzur,  hacia el Gobierno Nacional. Los rumores de Manzur yéndose a ocupar un lugar en el gabinete (surgidos antes del anuncio de elaboración de la vacuna), fueron interpretados  desde varios sectores  oficialistas como una  suerte de operación política orientada a instalar la idea del gobernador dejando el sillón de Lucas Córdoba.

Una sutil dósis de fuego amigo, que desde algunos municipios se le adjudica a uno de los sectores que hoy se perciben como los mas desesperados por acelerar las definiciones en torno a la cuestión que más desvive al funcionariado y la dirigencia: la sucesión en 2023.

 “Los clavos se sacan para arriba”, suelen repetir entre los que fantasean con la idea de que Manzur migre prontamente hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quedando así el vicegobernador Osvaldo Jaldo, a cargo del Poder Ejecutivo.

La atomización de la oposición y la relativización de la capacidad de año electoral

Pero hay algo que hoy atenta contra el sueño Ejecutivo del vicegobernador  y eso es justamente, en parte, la dispersión de la oposición provincial, porque más allá de la representación instalada sobre su poderío territorial, el valor del capital político acumulado por el ex ministro de Interior de la provincia también fluctúa en función de los eventuales niveles de abroquelamiento o atomización de las coaliciones y los frentes que pueda conformar la oposición. Por su parte, en el oficialismo manzurista, los que buscan bajarle el precio al sueño jaldista, aseguran que el territorio no es de los dirigentes, sino más bien, es del aparato, y el dueño de ese aparato, remarcan, hoy se llama Juan Manzur.

En la dimensión simbólica del capital político que cada dirigente ostenta y pone en juego elección tras elección, hay algo que antes garpaba pero hoy  ya no garpa tanto: la capacidad de daño electoral. El peronismo comarcano, a fuerza de travesuras y traiciones internas, ha llegado a comprender y mensurar electoralmente ese poder de fuego (o mejor dicho “ el poder del fuego amigo”): fueron 60.000 votos (y una banca de Diputados) los que se perdieron entre las PASO y las Generales, de las legislativas nacionales de 2017. Incluso, a pesar de los 115.000 votos recolectados por el licenciado senador José Alperovich en los comicios  provinciales de 2019, la maquinaria electoral del pejotismo, demostró un funcionamiento óptimo llegando  a superar los 512.000 sufragios.

Por ahora, al aparato pejotista le viene dando da la nafta para garantizar el éxito electoral pese al fuego amigo y a a las aventuras electorales de quienes deciden salir por fuera.

La pérdida de un socio potencial y la emancipación del alfarismo

Hay además otra variante que, al menos hoy momentáneamente, ha menguado el potencial peso político del vicegobernador que aspira a conducir el Poder Ejecutivo en 2023: la determinación del intendente capitalino Germán Alfaro. Con su alejamiento de Cambiemos,  con su acercamiento institucional a Casa de Gobierno y con los cambios en su gabinete municipal para relanzar su gestión, al menos desde lo gestual Alfaro viene dando indicios de que en 2021 apostará a jugar su propio juego.

El alcalde de San Miguel de Tucumán, llegará a los próximos comicios con la imperiosa necesidad de retener la banca de su esposa, de la diputada  Beatriz Ávila, cuyo mandato vencerá el 10 de diciembre de 2021. Luego de haber empujado el carro de Cambiemos en 2017, para conseguir llevar de manera agónica  al Congreso a la ex legisladora provincial ( en las PASO no entraba), en el alfarismo entienden que en la próxima contienda no hay margen para rifar el poder participando en una coalición donde a veces el dedo porteño termina siendo el gran elector.

La sabana larga y la colcha corta

Hasta ahora, con miras a las legislativas nacionales del año próximo, todo parece indicar que la oposición saldrá divida en varios frentes a pelear por las bancas en las cuales buscarán refugio y consolidación para llegar como una opción de poder a la siguiente disputa provincial. Mientras en la UCR y Juntos por el Cambio se ponen en discusión las bancas y las referencias de José Cano y Silvia Elías de Pérez, el bussismo asoma como un actor disruptivo que seguramente saldrá a pelear una banca con peso propio y, por fin,  sin anabólicos ajenos.

Por su parte, en el oficialismo deberán tratar de contener las tensiones presentes y las ansiedades a futuro para garantizar una buena performance electoral, donde el peronismo se presentará con una larga boleta  sábana, sabiendo muy bien que ya para el invierno de 2023, la colcha será demasiado corta.

 

 

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