Alberto Fernández la evocó como una reunión amigable. Pero en las cercanías de Cristina Kirchner reconstruyen el reencuentro en Olivos entre el Presidente y la vicepresidenta como una cita con reproches, refieren a una disconformidad acumulada de la jefa del Senado, desacuerdos sobre el equipo de Gobierno y de endilgarle quedarse a mitad camino en sus contiendas con sectores de poder. Para sus voceros, esas interpretaciones son lecturas equivocadas de allegados de la vicepresidenta. Es, finalmente, la más elevada de las fricciones en la coalición gobernante. Otras transcurren por debajo, menos trascendentes, pero más públicas.Todas se libran sobre el suelo quebradizo de la recesión y la pandemia de coronavirus .

El miedo funciona por ahora como elemento de disuasión del conflicto social, desalienta aglomeraciones. Lo saben los intendentes del conurbano, que apremian formas de repartir alimentos entre las barriadas donde la parálisis económica esparce la desesperación.

El miedo es la herramienta que usó el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, cuando le gritó a un grupo de vecinos que en su municipio podían «morir 4000 personas, 5000 personas por este quilombo del coronavirus», en un intento por despejar una revuelta. Pero el desborde de los bancos demostró como la combinación de imprevisión, intereses sectoriales y apremios puede voltear el aislamiento con un soplido. No hay disuasión que alcance cuando las necesidades aprietan. De ahí el esfuerzo que plasmó el Gobierno esta semana para alejar cualquier duda sobre la continuidad de la cuarentena.

El conurbano es el epicentro de las preocupaciones. También para Cristina Kirchner, territorio de su apego político. No estuvo fuera de la conversación de la quinta de Olivos. Andrés «Cuervo» Larroque fue el elegido para compensar las carencias del equipo de Axel Kicillof en los barrios desamparados del territorio. El «Cuervo» no apareció en la fotografía soleada de los jardines de la quinta de Olivos, donde se vio a Alberto Fernández en diálogo con el grupo de los curas villeros. Pero estaba. La Cámpora busca extender brazos propios adonde llegan solo los intendentes , a quienes los separa una distancia gélida con Kicillof y que, en cambio, encuentran amparo en Alberto Fernández. Los religiosos aportan capilaridad en lugares donde la política llega marginalmente. La contención se practica, entre otras formas, con entregas de bolsones de comida y los pagos del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), ideado para quienes vieron cortado de cuajo sus changas de supervivencia. Inscribir a bonaerenses al IFE se volvió acción política directa en el frenesí por templar los ánimos.

La destrucción económica de la cuarentena también presiona sobre el aislamiento y motivó esta semana un peligroso relajamiento en las calles del conurbano. Otro motivo para reforzar las señales de que la cuarentena se mantiene.

El conurbano es el epicentro de las preocupaciones. También para Cristina Kirchner, territorio de su apego político. No estuvo fuera de la conversación de la quinta de Olivos. Andrés «Cuervo» Larroque fue el elegido para compensar las carencias del equipo de Axel Kicillof en los barrios desamparados del territorio

Junto con Larroque, la otra figura determinante de La Cámpora en la provincia es Facundo Tignanelli , el legislador bonaerense que Máximo Kirchner desearía ver en un futuro al frente de La Matanza. No es una idea que llene de alegría a Fernando Espinoza , el intendente. Ya en diciembre, antes de que el coronavirus profundizara las privaciones, las recorridas por las barriadas de Puerta de Hierro y San Petersburgo de Máximo Kirchner y Tignanelli, junto al «padre Tano» Nicolás Angelotti, habían inquietado a Espinoza. Angelotti integra el grupo de los curas villeros en el corazón más urgido de La Matanza.

Los pedazos ensamblados de la coalición gobernante crujen en sus uniones y explican chicanas políticas. Estas tensiones, por ejemplo, fueron la clave de lectura que usó el peronismo para interpretar las críticas de Juan Grabois a la compra de alimentos con sobreprecios, cuando de inmediato pidió «ponerles los puntos a los irresponsables». Había sido más contemplativo días atrás con el hacinamiento de ancianos en las puertas de los bancos: «Hubo y habrá errores y aciertos. Acá, en Suecia y Japón», justificó entonces. Tonos diferentes.

El escándalo de sobreprecios expulsó a Gonzalo Calvo , ligado al intendente Mariano Cascallares , de Almirante Brown, un distrito donde el ministro Eduardo «Wado» De Pedro respalda a José Lepere , secretario de Interior del gobierno nacional. En cambio, el desaguisado que se hizo con los jubilados afectaba a Alejandro Vanoli , titular de Anses y Santiago Fraschina , el economista de La Cámpora que ejerce como secretario general del organismo. Allí no hubo sanciones. Explicaciones que se tejen para entender los cambios de tono. Los intendentes tampoco son un bloque uniforme. A Cascallares se lo asocia con Martín Insaurralde , de Lomas de Zamora. Espinoza, por ejemplo, se considera ajeno al grupo. Son sectores diferentes. Es el juego de la mancha venenosa.

Entre tanto, las expresiones de la crisis justifican la preocupación real por la fragilidad social de la provincia. El club Deportivo Laferrere, de La Matanza, abrió en medio de la cuarentena una olla popular para las familias más apremiadas del barrio. En poco tiempo, la fila para recibir un plato de comida se extendía a lo lardo de cuatro cuadras. Se pasó de 300 asistentes a mil rápidamente. No hay pavor que disuada al hambre.

Como agravante, las medidas para enfrentar la pandemia se desflecan muchas veces en las limitaciones y sombras del Estado argentino. Los gobernadores del norte advierten que en las fronteras secas el tránsito de personas desde otros países se mantiene, una circulación permanente en los huecos que dejan los controles. Allí no hay barrera sanitaria.

El club Deportivo Laferrere, de La Matanza, abrió una olla popular para las familias más apremiadas del barrio. En poco tiempo, la fila para recibir un plato de comida se extendía a lo lardo de cuatro cuadras. Se pasó de 300 asistentes a mil rápidamente

Misiones debió trasladar con 97 micros a las personas que seguían atravesando el puente Tancredo Neves cuando Brasil ya se había transformado en un desasosiego regional . Fue en uno de esos traslados donde un padre descubrió que su hijo tenía fiebre. El ánimo interno del micro viró de pronto a escenas de desesperación, todo en el espacio cerrado del vehículo. El chico fue atendido de urgencia en la provincia. Finalmente resultó una angina sin complicaciones. Pero los escasos empleados de la división de Sanidad de la Frontera que operaron en el puente para supervisar a miles de viajeros que lo atravesaron en las horas previas al cierre del paso fueron insuficientes para garantizar que no ingresaran personas contagiadas. No solo anginas pasaron por delante de sus controles.

La Argentina disputa así su contienda contra la pandemia entre la fragilidad política, el tormento económico y sus restricciones históricas.

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