Por Martín Faciano

Antes que nada, considero importante destacar que el intercambio de ideas que La Gaceta propone para sentar a las y los precandidatos de los distintos espacios políticos en el marco de cada campaña electoral, debe ser entendido como un evento que la empresa periodística fundada por Alberto García Hamilton monta únicamente para revalidar su autopercepción de ser el principal medio de comunicación de la provincia. Algo que en Tucumán, al igual que la leyenda de “el Perro Familiar”, gracias a Dios, cada vez menos personas creen.

Así como cuando un partido político organiza una cena para recaudar fondos y afrontar una campaña, La Gaceta pareciera aprovechar las elecciones para organizar estos intercambios, que no son más que una variante más solemne de la habitual espectacularización de la política a la cual se puede acceder a diario en la TV basura, y de paso fidelizar, disimular o camuflar sus intereses económicos, empresariales, políticos e ideológicos.

Es que pese al sacrificado esfuerzo de un conjunto de trabajadores y trabajadoras que prestan servicios allí para honrar su profesión, a nivel superestructura La Gaceta nunca ha sido percibida en el imaginario social como algo más que  un poderoso actor político que ejerciendo la lógica vandorista de “pegar para negociar”, ha podido darse el lujo de subsistir y diversificar su estructura de negocios. Y esta percepción generalizada sobre La Gaceta, incluso es previa al debate en torno a la “Ley de Medios”, que impulsó el kirchnerismo y cuyo proceso de discusión puso en agenda la discusión en torno al “rol de los medios.”

Desde que el slogan “Si, es verdad, lo dice La Gaceta” fue empezado a dejar de ser utilizado, la empresa comenzó su período de reconversión al punto que hoy ya no pareciera preocuparse porque cada vez se venden menos ejemplares impresos; porque haya otros sitios web locales con mayor cantidad de vistas diarias; o que ni siquiera en el pico del debate entre el vicegobernador Osvaldo Jaldo y la ministra Rossana Chahla, hayan llegado a conectarse no más de 1600 personas en simultáneo a la transmisión entre Facebook y Youtube.

Quizás en el directorio de La Gaceta pensaron que ese pueblo al que consideran inculto, por no optar por los candidatos que la empresa impulsa y   por elegir siempre las versiones locales de los gobiernos populistas que odian (pero que les habilitan la pauta oficial que les permite subsistir), prefirió ver el partido de River ante Atlético Mineiro en vez de aprovechar el inconmensurable aporte a la democracia que creen que hacen cada vez que organizan estos encuentros en los que Federico Van Mameren insiste en convencer a los televidentes que su más pura intención periodística es mediar para que las y los candidatos se acerquen a la gente común, y así la ciudadanía pueda tener elementos para definir su voto. Todo eso mientras editorializa leyendo (¿al azar?) algunos de los mensajes que envían dirigentes, televidentes y trolls.

Con las redundantes propagandas de “Club La Gaceta” en los cortes, se percibe la imagen corporativa de La Gaceta como si fuera hoy  un negocio familiar descuidado,  en el cual sus dueños parecieran haberse decidido a enfocarse más en el rédito económico que pueden obtener a través de la precarización de una considerable parte de su personal; de los ingresos que generan a través de los avisos clasificados y fúnebres; de la venta de su tarjeta de beneficios; y de la comercialización de sus sistemas de suscripciones para acceder al contenido periodístico exclusivo que casi nunca justifica el pago de una membresía.

El debate Chahla – Jaldo

Sin duda alguna, con la arbitraria elección temática y la distribución de los mismos en 3 bloques,  se puso en evidencia que cuando La Gaceta pensó en este debate, se propuso hacer del mismo, un traje a la medida del vicegobernador Osvaldo Jaldo. Es que con los tópicos vinculados a la cuestión provincial al final (con los ejes Reforma Constitucional, Educación y Seguridad), le dieron al vicegobernador el marco para poder aplicar su ya cada vez más típico discurso de barricada en relación a la gestión provincial.

‌Fue  puntualmente este el módulo temático en el que Jaldo pudo hacer una diferencia pasando a la ofensiva: pidiendo la renuncia del ministro Claudio Maley y criticando la gestión del ministro de educación Juan Pablo Lichtmajer. Sin embargo, desde lo gestual, el vicegobernador pareció no sentirse muy cómodo durante los momentos en que encarnó el discurso de la oposición. Es que Jaldo no solo debatió con la ministra Chahla, también debatió con su propia versión del año 2019, cuando le tocó enfrentar a la senadora saliente y ex candidata a vicegobernadora, Beatriz Mirkin.

En su propio contrapunto hay algo que queda claro: nada tiene que ver el Jaldo oficialista del 2019, aquel que manejaba con soltura y confianza los tiempos y los tonos del debate en aquella oportunidad, con esta versión del Jaldo pandemial, que debe recurrir  una vez más a una candidatura testimonial para no perder vigencia y llegar a su pelea final en 2023, haciendo por primera vez en toda su trayectoria política algo que nunca hizo: oposición.

Pero pese a que la ministra Chahla debutó en un debate político en cancha visitante, la doctora supo salir airosa del careo con su principal adversario de lo que será la contienda electoral en la cual el Partido Justicialista dirimirá sus diferencias. Es que además de haber ido preparada y de ajustarse al libreto para responder las preguntas y exponer sus respuestas, la precandidata aprovechó los primeros minutos del «debate libre» para mostrar su iniciativa y esbozar un lineamiento de lo que podría hacer en caso de llegar al Congreso de la Nación: impulsar una reforma sanitaria integral.

Solamente con esa intervención, Chahla que es una outsider de la política y debió confrontar con un dirigente de peso con más de 30 años de ocupar cargos políticos de jerarquía, pudo equilibrar una cancha inclinada de antemano para que el vicegobernador pueda dar rienda suelta a su discurso de campaña, en clave antimanzurista. Pero la escasa interacción que tuvo el evento organizado por esta empresa periodística fue el punto determinante para que en el debate que tuvo todos los condimentos de un aburrido empate, hubiera un claro perdedor: La Gaceta

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