Por Martín Faciano

Cuando el 16 de Octubre de 2019, Juan Manzur y Osvaldo Jaldo se ponían la Boina Blanca en un acto del ex legislador Ariel García, nada hacía imaginar que la idea de sumar a los radicales alfonsinistas al Frente de Todos iba a tener como correlato un par de años después la creación de un ministerio provincial, como el de Obras Públicas, para poner al frente del mismo a un técnico radical como el tecnológico Walter Fabián Soria, quien asumió el pasado 1 de abril en un acto al cual el Jefe de Gabinete  de la Nación pegó el faltazo.

Tampoco por entonces nadie podía imaginarse que el peronismo provincial transitaría un proceso de ruptura y reconciliación tan vertiginoso como el que se experimentó durante el año 2021. Parece hasta paradójico que Manzur y Jaldo, quienes en las internas del FdT comandaron las corrientes «Lealtad Peronista» y «Peronismo Verdadero», hayan modificado el gabinete provincial poniendo en funciones  a un correligionario que construyó su referencia desde la gestión académica en la delegación local de la Universidad Tecnológica Nacional.

Mientras en la interna, manzuristas y jaldistas, se disputaban el peronómetro arrojándose con extrapartidarios, hoy en la posinterna los dirigentes de ambos espacios miran de reojo como el PJ como partido de gobierno,  amplía el gabinete sumando a un técnico sin afiliación pejotista. Quizás por eso se entiende que el ministro Soria hable de «operaciones», cuando se difundió en los medios el listado del mobiliario presupuestado para equipar del despacho de  la cartera de Obras Públicas.

No es que esté mal que el gobierno deje su sectarismo pejotista en busca de optimizar una gestión a la que no le sobra nada. El problema es que la designación de Soria al frente del nuevo ministerio puso en evidencia el vaciamiento partidario y denota además la falta de construcción de cuadros técnicos y políticos propios en el seno de la propia estructura partidaria que les permitió al 1 y al 2 llegar al gobierno y retenerlo.

Pero si hay algo más llamativo que la designación de un extrapartidario cómo Soria en un cargo jerárquico en este oficialismo justicialista, y sobre todo en este contexto post interna y previo al 2023, es la designación y continuidad de Lorena Málaga al frente del ministerio de Desarrollo Social. Es que una cosa fue consagrar a un correligionario dispuesto a hacer los «dedos en v» para oxigenar la gestión con una nueva cara, y otra cosa distinta es institucionalizar a una confesa antipolítica y antiperonista como Málaga al frente de la cartera, supuestamente, más sensible de la burocracia estatal.

Más allá de la confianza que el oficialismo pueda tener por el solo hecho de detentar las estructuras de las que hoy dispone, hay un factor de riesgo para el proyecto oficialista, que se cultiva en el prolongado destrato que gran parte de la dirigencia experimentó durante y después de la interna.

La sensación de orfandad política y el malestar de quienes jugaron a fondo y no se sienten contenidos, conducidos o retribuidos es una amenaza real para un oficialismo donde la conducción del doble comando parece acéfala. No solo porque en la vereda de enfrente hay un actor político que juega a convocar  al peronismo desencantado, como  Germán Alfaro; sino también porque al no haber lineamientos claros, empiezan a conformarse grupos y bloques de poder, que en su afán de estar en la discusión para el 2023 hoy no pueden hacer más que planear alguna que otra conspiración. Es lo que se supone que hace el grupo de los 6 intendentes, desde donde aseguran que Javier Noguera busca erigirse como un candidato alternativo por si se desata nuevamente algún conflicto como el que originó la interna resuelta parcialmente en 2021.

Hoy, mientras a nivel nacional las principales coaliciones políticas pugnan por sobrevivir a sus propias crisis, todavía resuenan las palabras del histórico Hugo Moyano renunciando a sus encumbrados cargos en el PJ nacional y bonaerense en 2011, diciendo que el PJ era «una cáscara vacía sin contenido político». El descontento de los “compañeros” de aquel entonces se tradujo en la atomización del Frente para la Victoria y en la fragmentación de un peronismo que se encontró en 2015 con Mauricio Macri como presidente electo.

Mientras la economía tiembla, el Frente de Todos agoniza al borde de la explosión  resolviendo de forma improlija, y como puede,  su sangrienta interna nacional a cielo abierto. La proximidad numérica que en Tucumán arrojaron los votos recolectados por el FdT y JxC en Octubre de 2021 y la aletargada gestión gubernamental reflejan un dato concreto: después de mucho tiempo, la oposición provincial volvió a «arrimar el bochín». Por eso, en 2023, Sánchez, Alfaro y compañía buscarán desplazar al PJ para tomar su posición en Casa de Gobierno.

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